Hay días donde sucede de forma tan natural... sin artificios sin palabras, la puerta se cierra e inmediatamente ambos lo sabéis, no es momento de ponerse a follar y ya está, no es momento de descansar, no
es momento de encender tele o el ordenador.
Desde que la puerta se cerró fue momento de ser adorada, de ser obedecida y cuidada. Fue momento de someter y de desear, de disfrutar. Porque algo en ese día, lo que fuera, hizo que estuvieras deseando que llegara el momento de cerrar la puerta. Y, por supuesto fue un momento largo, intenso y tremendamente divertido.
Antes de que la puerta se volverse a abrir, ya habían volado las ordenes y los ruegos, los orgasmos y... bueno, sobre todo MIS orgasmos.
Como debe ser.
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