27 jun 2011

Pecho

Lames el pezón y lo disfrutas como si te alimentara, te acurrucas y te deleitas en su pecho.
Percibes algo especial cuando elevas la mirada y ves la cara cómplice de tu amada. Te empequeñeces, pero a la vez te sientes totalmente seguro, como si un aura alrededor tuyo te protegiera.



Extrañamente, sientes las mismas sensaciones que podría tener un bebé en la época de lactancia, tan pequeño y frágil, pero seguro y a salvo. Quizás porque por un instante el cerebro aún recuerde sus instintos más básicos, quizás porque en esa situación en otros tiempos sentiste una paz infinita.



De cualquier manera, ahí, en su pecho, estás a salvo.

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