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El ambiente era cálido y agradable, debía de estar puesta la calefacción a tope. Las luces estaban bajas y en el aire destacaba el suave perfume de las rosas. La mesa estaba preparada para una cena romántica, y de la cocina se escapó el tintineo que provocaba su enamorado de esa noche, imaginó que cocinaba. No imaginaba que se habría tomado tantas molestias cuando la solicitó, y saboreó la dulce ironía del momento. Tomó una de las rosas, mientras esperaba la desgranó, pétalo a pétalo. Todo aquel despliegue de seducción seguramente habría dejado sin habla a muchas mujeres.
A su espalda hizo su aparición su cliente. Era elegante y distinguido, tanto como aquella casa. Muy distinto del típico gañán que solía recibirla en bata o en calzoncillos, y que no despertaba en ella más que un profundo desprecio y la decepción del tiempo perdido. Fue una buena decisión dejar de anunciarse en televisión y salir a la calle.
-Desnúdate. Y luego cenaremos.
La orden fue seca, concisa, la tomó por sorpresa. Él tenía que estar más cerca. Pero enseguida desconectó, a pesar de todo ya sabía qué quería él ahora, el sexo, los billetes y... Sin pensar más en ello se deshizo de su falda y su camisa, pero se dejó puestas sus botas de estampado de leopardo y su ropa interior.
-¿Qué te ocurre? Dije que te desnudaras, maldita zorra ignorante.

-¿Qué te ocurre?¿Ya te acuerdas de mi? Jodido y asqueroso violador... ahora mismo vas a probar de tu propia medicina...
Al día siguiente, una mujer hacía una extraña llamada al servicio de urgencias, decía que había vuelto de vacaciones y encontrado a su marido "Desnudo y atado por todo el cuerpo, colgado del techo, con pinzas en los pezones y en el pene, marcas de latigazos y..."
Algunas cosas más.
No creo que nuestra heroína haya dejado con vida a ese elemento. Seguro que tuvo un gran orgasmo mientras lo mataba. Yo lo tendría.
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