1 abr 2011

Viernes de relato.

Los viernes son unos días fantásticos, termina la semana. Son días de relax y de planear el fin de semana. De llegar agotada y sentarse a disfrutar de tu pareja. Hoy os regalo uno de esos pequeños relatos que de vez en cuando Sumiso se encuentra en su e-mail. De hecho, éste es, hasta el momento, mi favorito de entre los que he escrito. No se porqué. Disfrutadlo.


PD: Tratamos de que este sea un blog de entradas breves, de lectura rápida y cómoda, pero un relato dura lo que debe durar.
------------------------


-Vamos, recítamela.
- Mi ama...
- No me repliques, recítala, claro y despacito, que te oiga bien.

Él la recitó, era una lista con casi 20 puntos. La lista que daba forma y sentido a la especial relación que compartían ambos, una lista en la que se definía que ella ostentaba todo el poder y la autoridad de la relación, mientras que él se sometía a sus órdenes y mandato. Uno de esos puntos, le obligaba a memorizar dicha lista y a recitarla cuando ella lo solicitara. Ella cerró los ojos, paladeando cada palabra. Disfrutando del poder de tenerle frente a ella, arrodillado, con la mirada baja, y describiendo de cuantas formas quedaba su persona al mando de su grandísima Diosa, su Ama, su Señora. No cometió ni un solo error, no se olvidó de una sola palabra. Ella estaba gozosa, disfrutando. Sintió deseos de poseerlo en ese mismo instante, pero se contuvo, la noche acababa de empezar.

- Perfecto, hasta la última coma. Bien hecho sumiso...
-Muchas gracias mi ama, siempre a sus pies ama.

Ella le atrajo, mientras le pasaba las afiladas uñas por su espalda, causando un delicioso estremecimiento en su piel le susurró con voz seductora.

-Ahora vas a ponerte bien guapo y vamos a salir, quiero que me invites a cenar, pero yo voy a elegir qué tomarás.
-Sí mi ama.

Se acercó a su armario y escogió para él unos vaqueros elegantes, una chaqueta de piel y una camisa negra, su favorita, quería que su esclavo estuviese especialmente sexy esa noche.

-Ponte esto, con los zapatos nuevos. Y arréglate bien.

Mientras él iba a planchar su ropa, ella se enfundó en un sexy vestido rojo y negro, que dejaba bien a la vista su escote, y se calzó unos altos tacones. Bajo él, llevaba un atrevido conjunto de lencería y unas medias negras. Preparada para matar. Cuando él volvió a la habitación, inmediatamente y por su propia voluntad dejó la ropa sobre la cama, se arrodilló a sus pies y la besó en los zapatos.

- Mi Señora. Está usted preciosa, bellísima.
-Pues espera a que termine de arreglarme... Vamos, sigue con lo tuyo.

Él se levantó y comenzó a vestirse, pero inmediatamente ella le sujetó con fuerza por la barbilla.

-Te he dado una orden. ¿Qué debías responder?
- Si mi ama, lo siento mucho mi ama.

Ella le dió una suave bofetada, pero sonrió divertida.
-Mejor.

Le soltó. Se soltó el pelo, se arregló los rizos y se puso un discreto pero correcto maquillaje. Para cuando ella había acabado él ya la estaba esperando.

-Aquí tengo su abrigo mi señora.

Ella le besó.

Fueron al restaurante. Cenaron, cuando llegó el camarero, ella pidió con naturalidad, con soltura, de forma totalmente casual la comida de los dos, aunque él no supo qué iba a tomar hasta que ella lo dijo. Nadie en el restaurante podía notarlo, pero el que ella hubiera decidido por él había creado inmediatamente un autentico clima de tensión sexual en esa mesa. Tomaron el vino, cenaron, rieron. Disfrutaban mucho juntos, se amaban con una locura desenfrenada, y nadie conocía los secretos que se ocultaban en su dormitorio.

Él pagó la cuenta de ambos. Hacía ya tiempo que habían incluido en su lista apartados que especificaban el control que ella tenía sobre su dinero. Volvieron juntos a casa, tomados de la mano, charlando de temas variados, se besaron con cariño varias veces. Estaban excitados por el vino y la cena. Y al abrir la puerta de casa, se desató la pasión.

Ella le besó, con fuerza, sujetándole del pelo. Le obligó a arrodillarse y cuando él hizo un amago de tocarle el trasero le dio una cachetada. Suave pero enérgica, como siempre, pues no eran para causar dolor sino para reforzar su autoridad como ama y dueña de su esclavo. Subió un tacón hasta su pecho, y empujó con firmeza hasta que él estuvo tumbado sobre el suelo. Se situó sobre él, con ambos tacones a los lados de su cabeza, de forma que él podía ver perfectamente bajo su vestido. Ella estaba pletórica, triunfante, se sentía la dueña del mundo y cada vez estaba más caliente...

-¿Sabes quien eres?
-Soy tu sumiso señora, tu humilde esclavo y siervo y sólo vivo para adorarte.

Ella deslizó el tacón por su pecho, bajando hasta tenerlo firmemente apoyado en su entrepierna.

-Eso es, soy una diosa y tu eres mi siervo, y esta noche, quiero que me honres.
-Todo lo que mi señora desee.

Se sentó sobre la cama y le ordenó que la descalzara, una vez tuvo descalzo el primer pie, trató de impedir que pudiera quitarle el otro golpeando con el pie enfundado en la media en su cara, dejando claro quien era la dómina en aquel juego. El le besó los pies ya descalzos. Ella se bajó las medias para permitir que pudiera acariciar y besar sus pies desnudos que él adoraba tanto. Ella le apartó, se acercó hasta el cajón y extrajo de él un pequeño collar con correa. Se lo colocó, el estaba ya muy excitado y parecía que la cremallera de sus vaqueros iba a estallarle.

- Quiero a mi esclavo desnudo. Ahora.

-El se desnudó rápidamente. Se arródilló y la miró a los ojos. Se llevó un bofetón.

-¡Baja la vista, siervo!

El obedeció, ella gozaba viendo su obediencia. Aquella obediencia que le resultaba tan natural, ¿Cómo no iba a dársela? Ella era su ama, estaban allí para eso. Pasó las uñas por su pelo y le apretó la cabeza contra su ingle, él pudo oler, a través de la ropa la excitación de ella, lo que aún le puso más cachondo. Ella tiró de la correa y le hizo ponerse de pie, con la mirada suya aún hacia el suelo, ella le rodeó, y le mordisqueó en el cuello.

-Vas a tener el privilegio de gozar con tu ama. ¿Estas contento?
-Su placer es mi placer ama, solo el suyo importa.

- Le tumbó sobre la cama. Se despojó del vestido y de la ropa interior. Después se sentó sobre el rostro de él, de forma que sus labios y su lengua rozaban el ano de ella. Él sabía lo que ella quería y se perdió en aquel glorioso agujero. Ella disfrutó enormemente de sus labios y su lengua explorando su culito. Sus pies rozaban su pene, aumentando hasta el infinito el placer de él. Cuando ella se cansó, se levantó y se puso de pie, apoyando uno de sus pies sobre su mejilla. Ejerciendo presión contra la cama. Se inclinó sobre él.

-¿Te ha gustado?
-Su culito es mi cielo ama, nada deseo más.

Ella sonrió, se dejó caer de nuevo, con sus rodillas a los lados de la cara de él. Permitiéndole ver con todo lujo de detalles su húmeda entrepierna.

¿Estás seguro, sumiso?

2 comentarios:

  1. No ha estado nada mal, felicidades. Me alegra que vuestro blog no cierre las puestas a los relatos de ficción. Respecto a lo de la extensión de los relatos, yo los suelo dividir en partes, publicando cada una de ella en días sucesivos. Es sólo una idea.

    Un saludo y buen fin de semana.

    ResponderEliminar
  2. Jaja si, lo he visto :) y créeme que lo estuve considerando, pero no sabía por donde cortarlo. También influye que cuando lo escribí dejé planeada una segunda parte, (bastante más hard) que al final no he escrito, quizá me ponga a ello un día.

    ResponderEliminar